jueves, 13 de septiembre de 2018

La isla de Tangier no necesita de greenpeace ni tampoco de la izquierda religiosa

Este viernes con la llegada del gigantesco huracán Florence, la Isla Tangier, Costa Baja del Este en Virginia, le dirá adiós a su existencia. Con solo unos cuantos pies sobre el nivel del mar, será barrida de la historia por los efectos del cambio climático. Paradógicamente, la casi totalidad de sus habitantes,que venían sufriendo la erosión constante que amenazaba la integridad de la isla desde hace mucho tiempo, votaron a Donald Trump, el negador serial del cambio climático y que bajó a su país del Acuerdo de Paris. Los isleños de Tangier, ultra-religiosos, tampoco creen en el cambio climático y solo piensan que con dinero todo se arregla. En estos días comprenderán su error de la manera más cruda.

Para los que dicen que hay que hacer la revolución para empezar a hablar del cambio climático y cómo enfrentarlo, aquí un ejemplo de la estupidez de esa afirmación, que no es otra cosa que la misma respuesta de estos isleños, la subestimación del problema. Los de Tangier no solo no quieren el socialismo, no saben que va a caer sobre sus cabezas el propio peso de su amor al sistema capitalista. Nunca entendieron que lo que este viernes llegará a sus casas será de alguna forma aquellos votos a Trump, que es la respuesta que tiene el ecosistema para todos los que hemos permitido continuar con este delirante sistema depredador. Este ejemplo de Tangier se puede llevar a cualquier parte del planeta y el escenario será casi el mismo, donde la población además de estar desinformada y sin preparación para resistir los embates del colapso tiene a su alrededor a gente como Trump y a un importante sector de la izquierda anticapitalista que anda invocando a los dioses del marxismo para que se haga presente la revolución socialista y solo allí, recién allí, empezar a integrar el problema del colapso.

O empezamos a discutir el tema con seriedad o terminaremos como los isleños de Tangier, que por estos dos días seguirán siendo los dueños del lugar, porque el viernes, sus viejos esclavos (los cangrejos azules y ostras) los relevan en el poder.