lunes, 29 de abril de 2019

Desurbanizar



Bolívar Echeverría invita a leer la ciudad capitalista a través de un hipotético diálogo de las obras de Marx y Braudel. En el marco de un inminente colapso de la civilización occidental, frente a la imposibilidad de seguir sosteniendo la configuración que han alcanzado nuestras ciudades capitalistas, habrá que recurrir a otros de modos de habitar los espacios y los tiempos.  Aunque a la mayoría de los habitantes de nuestras ciudades no les guste la idea, desurbanizar no solo será necesario, sino forzoso.

“la ciudad capitalista se basa no ya en la subordinación del campo a la ciudad, como en el caso de la ciudad burguesa, sino en la subsunción total de lo rural a lo urbano, en la sujeción, la explotación, la destrucción incluso, del campo en beneficio de la ciudad. La gran ciudad es -diría Braudel- un parásito que se constituye en la negación absoluta de lo rural.
En lugar de intento de armonizar lo rural y lo urbano que hay en los tres tipos de ciudad esbozados anteriormente como otros tantos intentos de diálogo entre la ciudad y el campo, en la ciudad capitalista se refleja la tendencia a reconstruir todo el planeta bajo la forma de ciudad, de hacer la ciudad absoluta o ciudad total y convertir al campo en mero intersticio del espacio citadino. Se trata de la negación de las formas de vida del campo en cuanto tal. El campo  pasa a ser en definitiva una proyección del espacio citadino, al que ha sido totalmente subordinado sin autonomía. Sus planes de subsistencia los recibe ahora directamente de la ciudad, ya no tiene un modo propio de organizar la producción y el consumo sino que todas sus iniciativas son indicaciones impuestas u obligadas por la ciudad. La gran ciudad capitalista se considera a sí misma absoluta, necesita del campo pero sólo como un apéndice suyo.  Se plantea a sí misma como capaz de improvisar un campo artificial hechos a su medida. La ciudad burguesa dominaba ya sobre el campo pero lo respetaba como existente por sí mismo y en el fondo impenetrable. La gran ciudad capitalista no respeta la especificidad del campo sino que lo tiene como entidad técnicamente sustituible que puede ser producida a partir de las necesidades citadinas. […]
El campo ya no es una entidad que entregue a partir de su propia necesidad determinados frutos para la ciudad, sino que ha pasado a ser una rama industrial más, la agroindustria, una simple           prolongación de la periferia industrial”.