Roberto Kurz planteaba en este libro, allá por el año 1991,
que el colapso de la URSS no era una crisis de la forma de producción del “socialismo
realmente existente”. Kurz identificó que los marxista-leninistas habían
contribuido al logro de la modernización burguesa, que habían personificado su
rol histórico de ayudantes necesarios para el proceso global de la acumulación
del capital, allí donde se venía “complicando” por su retraso. Es decir, Kurz
fue uno de los primeros en aportar una perspectiva diferente a los balances de
uno y otro sector en disputa. Para el alemán el capitalismo occidental no había
tenido ningún triunfo, más bien parte de su ayudantía comenzaba a mostrarle los
límites del progreso de la modernidad. Kurz iba a pronosticar que ese colapso
del socialismo real era nada menos que el comienzo del colapso generalizado de la
forma de reproducción social mundial, que por cierto, podría sumergir en la
completa oscuridad todo el siglo XXI. En esta obra va a poner en discusión el
valor real de la “lucha de clases”, la inoperancia de los marxismos estancos, la
importancia de ciertas categorías marxistas, etc. todo en medio de los cánticos
triunfalistas defensores del fin de la historia, pero sin perder de vista la
importancia de rescatar lo realmente valioso en Marx.
Kurz, uno de los padres de la teoría de la crítica del
valor, nos advertirá de la lejanía en la que estamos con respecto a la búsqueda
real de superación del modo de producción capitalista. Imposible no identificar
en esta advertencia los obstáculos más notorios: populistas, marxistas falopas,
obreristas, sindicalistas, progresistas, ya que la solución no será matar “burgueses”
para que se termine el modo de producción que nos amenaza de muerte lenta pero
agónica. Los dejo con Kurz:
“Es esperable que muchos estén de acuerdo en que la ´racionalidad
sensible´se ha vuelto tan necesaria como un bocado de pan y que es justamente
la lógica abstracta y emancipada de la rentabilidad la que destruirá el mundo. Pero
el sujeto mercantil se desconcierta y se vuelve obstinado cuando cae en la consecuencia
de lo que significaría el fin de la ganancia de dinero, es decir, de la
conocida relación mercancía-dinero, por fuera de la cual no conoce otra forma
de relación social ni quiere desarrollarla. La crítica del dinero es identificada
inmediatamente sin sentido como una utopía, aunque sea todo lo contrario a eso
en las condiciones existentes. ¿Cómo puede seguir esto en la práctica?, si esta
pregunta fuera formulada con seriedad, podría llevar a resultados totalmente
concretos en una discusión y un proceso práctico social. Pero se la expresa de
forma retórica, peyorativa y defensiva.
Nadie puede afirmar conocer la vía regia para abandonar la
miseria; nadie puede sacar de la galera un programa para la abolición de la
mercancía moderna. Lo fatal es que todavía no hayamos comenzado a tener una
discusión al respecto. ¿Cómo puede seguir esto en la práctica?, esta es una
contrapregunta que está más que justificada, es torcida una y otra vez hacia la
lógica destructiva dominante. Los pasajeros del Titanic quieren quedarse a
bordo, y la orquesta debe seguir
tocando. Si verdaderamente estuviéramos al ´fin de la historia´, así no será un
final feliz.
Ya no tiene objetivo oponer el mercado al Estado y el Estado
al mercado. La incompetencia estatal o la incompetencia mercantil son
idénticas, porque la forma de la reproducción social moderna perdió fundamentalmente
su capacidad de funcionamiento y de integración”.
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