Este librito (se lee en un día) tiene una discusión entre
varios intelectuales sobre la tecnología en el marco civilizatorio. Todos
aportan, aunque en distintos grados de relevancia, ideas importantes para
pensar la cuestión futura del desarrollo de las tecnologías. Por ejemplo hay
allí un texto de Theodore Caplow “ Por qué y para qué ese proceso…” que nos invita
a reflexionar sobre las bases contradictorias de una civilización basada en la
supremacía de la técnica. Caplow piensa que si bien la tecnología ha permitido
la construcción de una inmensa máquina productiva que posibilita proporcionar a
cada vez más personas el disfrute de bienes, en realidad dicho progreso habría
llegado a un estadio en que debemos reconocer que quizás la cantidad de
satisfacción que se agrega a cada momento del consumo está disminuyendo (paradójicamente)
el bienestar humano. Es un planteo interesante en este marco, porque me parece
que da en el clavo sobre la cuestión de la discusión crecimiento/decrecimiento,
ya que apela a la pregunta epocal de si estamos en un punto de no retorno y que
de ser así estaríamos en condiciones de comenzar una autolimitación social
urgente. Pero encima el problema no es solamente tomar conciencia de ese límite
(si lo hay) sino qué se hace después. Evidentemente, el obrerismo, como
personificación del capital, como sujeto enajenado y envuelto de una
configuración constitutiva de la lógica del capital, no puede hacerle frente al
problema desde su realidad y su operatividad metabólica actual. Es allí desde
donde considero que se debe pensar la importancia del campesino, por ejemplo,
pero no como ejemplo reproducible, sino como un portavoz de voces y lógicas
contrarias al principal problema del capitalismo y que pueden ser de enorme
ayuda en la construcción de nuevos conocimientos y que no es otra que repensar su forma de
organizar y reproducir las relaciones sociales en la producción total de la
vida.
Los dejo con fragmento de Caplow que alimenta mi posición
sobre la actual anacronía de pretender colocar al obrero como sujeto “revolucionario”:
“Los hombres que suben a las naves del espacio (y los
hombres que las envían) no son aventureros individuales, sino los instrumentos
humanos cuidadosamente escogidos de una organización de masas.
El punto difícil del problema es ese. La gran organización
es explícitamente racional en su división del trabajo y la selección de sus fines
intermediarios. Sus actores humanos han sido elegidos y formados para metas
dadas. Desde el momento en que un miembro se ha comprometido en la
organización, la elección de sus fines es limitada, y si es posible predeterminada,
como la de un animal de laboratorio en el laberinto del psicólogo. En efecto,
la organización moderna en pleno desarrollo aplica los resultados de las experiencias
del laberinto para un mejor control de sus miembros.
Desde su primera infancia y sin parar, la criatura humana
manifiesta, en la búsqueda de un moviente equilibrio, la doble necesidad de
sostén y de su autonomía. De ser apretado entre los brazos de su madre, pero
también gatear libremente; de estar seguro pero también de intentar nuevas experiencias;
de reforzar las puertas para mayor seguridad pero también de aventurarse afuera
solo; de recular y de avanzar; de huir y de batirse. La gran organización está
admirablemente hecha para asegurar el sostén. Ella compromete a sus miembros en
una experiencia condicionante en el interior de la cual la buena conducta (según
la manera en que ella defina lo ´bueno´) es siempre recompensada, y la mala
conducta siempre castigada. Ella es capaz de encontrar una solución al viejo
dilema que quiere que aquellos que tengan razón no sean nunca felices”.