lunes, 3 de mayo de 2021

Anticiparse no es sinónimo de a-cientificidad

 



Una de las cuestiones que se suelen pasar por alto en los debates sobre el colapso civilizatorio es la importancia real de la anticipación como forma inteligente de prevenir problemas graves que, generalmente, una vez presentes no dan tregua. Es decir, una anticipación tiene un grado de especulación inevitable, y esto es lo interesante, porque el pensamiento positivista y cientificista ha prácticamente enarbolado un discurso antiespeculativo furibundo, con el pretexto de que con esa manera  únicamente se combatiría al pensamiento posmoderno y su usual relativización totalizante. Por eso escuchamos de uno y otro lado el pedido de estudios científicos que demuestren con pruebas contrastadas de que el colapso es algo evidenciable y no solo una especulación. Pero dicha solicitud, aunque se ajusta al paradigma de la lógica científica, es una actitud, paradójicamente, descomplejizadora. Pongamos como ejemplo el uso y tratamiento de los famosos informes del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático). Dichos documentos, por lo general, no están a groso modo fundamentados sobre la base de modelos o pronósticos, sino más bien están argumentados en evidencia ya registrada.  Y en esto Harald Welzer es inapelable: para el intelectual alemán los informes del IPCC se refieren empíricamente mucho más al pasado y al presente que al futuro. Es decir, los cálculos que incluso realizan dichos expertos, son los más conservadores que hay, por la sencilla razón de que solo hablan de lo que tienen en la mesa y no realizan ninguna proyección a futuro. Dicho de manera llana, los informes de la IPCC no intentan cambiar las acciones, no tienen el objetivo de dirigir las acciones para el futuro, no. Son simples avisos científicos de cómo viene la mano en materia ecológica pero no están pensados para hacer previsiones ni siquiera poner en acción el principio de precaución que se viene olvidando en el pensamiento científico capitalizado por el capital y sus epígonos. O sea, si siguiéramos esta lógica seudocientífica de solo pensar el ahora y no proyectar tendencias y aprovechar modelos predictivos para ordenar nuestras conductas, cuando lleguen los problemas serios e irreversibles no habrá forma de prever nada, más bien nos abocaremos a lidiar con los que nos quede, con los que nos toque, lo cual habla mucho de la enajenación que engulle no solo a las masas, sino también a los intelectuales quienes dicen pensar para el resto.

 


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