martes, 15 de junio de 2021

La civilización técnica y sus problemas

 


Este librito (se lee en un día) tiene una discusión entre varios intelectuales sobre la tecnología en el marco civilizatorio. Todos aportan, aunque en distintos grados de relevancia, ideas importantes para pensar la cuestión futura del desarrollo de las tecnologías. Por ejemplo hay allí un texto de Theodore Caplow “ Por qué y para qué ese proceso…” que nos invita a reflexionar sobre las bases contradictorias de una civilización basada en la supremacía de la técnica. Caplow piensa que si bien la tecnología ha permitido la construcción de una inmensa máquina productiva que posibilita proporcionar a cada vez más personas el disfrute de bienes, en realidad dicho progreso habría llegado a un estadio en que debemos reconocer que quizás la cantidad de satisfacción que se agrega a cada momento del consumo está disminuyendo (paradójicamente) el bienestar humano. Es un planteo interesante en este marco, porque me parece que da en el clavo sobre la cuestión de la discusión crecimiento/decrecimiento, ya que apela a la pregunta epocal de si estamos en un punto de no retorno y que de ser así estaríamos en condiciones de comenzar una autolimitación social urgente. Pero encima el problema no es solamente tomar conciencia de ese límite (si lo hay) sino qué se hace después. Evidentemente, el obrerismo, como personificación del capital, como sujeto enajenado y envuelto de una configuración constitutiva de la lógica del capital, no puede hacerle frente al problema desde su realidad y su operatividad metabólica actual. Es allí desde donde considero que se debe pensar la importancia del campesino, por ejemplo, pero no como ejemplo reproducible, sino como un portavoz de voces y lógicas contrarias al principal problema del capitalismo y que pueden ser de enorme ayuda en la construcción de nuevos conocimientos y  que no es otra que repensar su forma de organizar y reproducir las relaciones sociales en la producción total de la vida.

Los dejo con fragmento de Caplow que alimenta mi posición sobre la actual anacronía de pretender colocar al obrero como sujeto “revolucionario”:

“Los hombres que suben a las naves del espacio (y los hombres que las envían) no son aventureros individuales, sino los instrumentos humanos cuidadosamente escogidos de una organización de masas.

El punto difícil del problema es ese. La gran organización es explícitamente racional en su división del trabajo y la selección de sus fines intermediarios. Sus actores humanos han sido elegidos y formados para metas dadas. Desde el momento en que un miembro se ha comprometido en la organización, la elección de sus fines es limitada, y si es posible predeterminada, como la de un animal de laboratorio en el laberinto del psicólogo. En efecto, la organización moderna en pleno desarrollo aplica los resultados de las experiencias del laberinto para un mejor control de sus miembros.

Desde su primera infancia y sin parar, la criatura humana manifiesta, en la búsqueda de un moviente equilibrio, la doble necesidad de sostén y de su autonomía. De ser apretado entre los brazos de su madre, pero también gatear libremente; de estar seguro pero también de intentar nuevas experiencias; de reforzar las puertas para mayor seguridad pero también de aventurarse afuera solo; de recular y de avanzar; de huir y de batirse. La gran organización está admirablemente hecha para asegurar el sostén. Ella compromete a sus miembros en una experiencia condicionante en el interior de la cual la buena conducta (según la manera en que ella defina lo ´bueno´) es siempre recompensada, y la mala conducta siempre castigada. Ella es capaz de encontrar una solución al viejo dilema que quiere que aquellos que tengan razón no sean nunca felices”.


jueves, 3 de junio de 2021

El mundo falopa de los papers

 


Oscarcito Varsavsky nos advierte en este formidable librito un resumen de lo que es este bloque macizo de la falopa cientificista. La ciencia, ya todos los sabemos (aunque algunos se olvidan de esto por completo), no es neutral. Refleja generalmente el sistema que le permite su desarrollo. En la cuestión ecológica y crisis civilizatoria en la que estamos adentrándonos, muchos pretenden negarlo a partir de la premisa de que no hay muchos estudios pormenorizados sobre las causales del colapso y de la degradación espeluznante en la que estamos,  pero estas personas olvidan cómo funciona la comunidad científica y el porqué de la no existencia de material científico más contundente sobre lo que realmente está pasando en nuestro planeta.  En el capítulo tres de esta obra, Varsavsky nos lo recuerda. Para ser un verdadero científico hay que entrar a la comunidad científica, y eso significa publicar la mayor cantidad posible de paper en revistas científicas. Cuanto más se cite el paper, más mide la influencia el científico en el “mercado” de pares. A su vez, cuanto más se cita al científico más se publicita el éxito de los subsidios que permitieron la publicación. Ese mecanismo de ingreso y movilidad interna en el grupo social de científicos, a su vez, depende de las autoridades que derivan, por un lado, de aquellos científicos con antecedentes y, por otro,  de las fundaciones que pusieron la guita. Por supuesto que un paper implica un alto grado de inteligencia. Nadie lo duda. Pero un paper  no es para nada un indicio de sabiduría ni siquiera la de una buena idea. Es más, como dice el propio Varsavsky, no es raro que no haya aparecido en todas estas décadas ninguna idea de calibre al estilo Darwin, Einstein, Pasteur, Marx, Freud, etc. Solo tenemos toneladas de paper de dudoso aporte a la evolución de la ciencia. Cuando un falopa nos tira simplemente un paper como “argumento” sin poder ubicarlo en un contexto crítico más amplio podemos hacerle recordar la debilidad de su forma de encarar la crítica. Los dejo con las implicancias de lo que es un paper en términos de pensamiento crítico:

“Piénsese en lo trillado y nítido del camino que tiene que seguir un joven para llegar a publicar. Apenas graduado se lo envía a hacer tesis o a perfeccionarse al hemisferio Norte, donde entra en algún equipo de investigación conocido. Tiene que ser rematadamente malo para no encontrar alguno que lo acepte.  Para los graduados de países subdesarrollados hay consideraciones especiales, becas, paciencia.

Allí le enseñan ciertas técnicas de trabajo -inclusive a redactar papers-, lo familiarizan con el instrumental más moderno y le dan un tema concreto vinculado con el tema general del equipo, de modo que empieza a trabajar con un marco de referencia y concreto.

Es difícil para los no investigadores darse cuenta de la ventaja que esto último significa. Se le especifica incluso qué tipo de resultados se esperan, o qué hipótesis debe probar o refutar. Puede consultar con sus compañeros -a veces también con el jefe del equipo, pero es más raro que sea accesible, porque está de viaje, o con problemas administrativos, o porque es demasiado excelso para que se lo moleste-, dispone de la bibliografía y tecnología necesarias, escucha los comentarios de los visitantes, y puede dedicarse a su trabajo a tiempo completo. Cuando consigue algún resultado, la recomendación de su jefe basta para que su trabajo sea publicado en una revista conocida, y ya ha ingresado al club de los científicos.

Nótese que en todos estos pasos la inteligencia que se requiere es más receptiva que creativa, y receptiva en el tema de que se trata, nada más”.


jueves, 13 de mayo de 2021

Cuba como primera planificación decrecentista de gran escala

 

Cuba es quizás el único país sustentable en el mundo. Pero dicho carácter no se debe a su modelo socialista, sino a un conjunto de factores políticos externos que lo obligaron a llegar a esa forma de adaptación con la naturaleza. Esos factores externos se produjeron en el llamado "periodo especial", con el colapso de la URSS y el bloqueo económico que le impuso el gobierno norteamericano. Las presiones a Cuba obligaron  a la fuerza y de la noche a la mañana a abandonar su dependencia de los combustibles fósiles. Comenzaría así la primera experiencia decrecentista planificada a una escala superior. Millones de cubanos se vieron forzados a andar en bicicleta y a buscar la agroecología como única forma de realizar la agricultura sin derivados del petróleo (fertilizantes, pesticidas, tractores, etc.). En los 90, La Habana, que alguna vez vivió el apogeo de la industria del azúcar, se había convertido un gran huerto urbano (26.000 huertos públicos) para satisfacer la mitad de las necesidades nutricionales. Ese ejemplo es interesante para contrarrestar las críticas de la derecha e izquierda desarrollista de que las huertas son inviables por sí mismas para alimentar a la población. Y otro es el debate de si lo que se discute es el querer o no agarrar la pala. 

Ese decrecimiento forzoso, pero planificado, se realizó en una isla pobre y los resultados fueron más que buenos. La salud media del cubano mejoró sosteniblemente a raíz del no exceso de comidas, y el abandono brutal de la carne. Cuando se habla de la pobreza en Cuba, hay que distinguir de qué pobreza se habla y sobre qué contexto. Si comparamos la isla con los estándares de confort de las modernas ciudades, por supuesto que reina la pobreza. Si consideramos que hay que abandonar el combustible fósil, y las razones son varias y urgentes, Cuba no es pobre, es rica y es un ejemplo viviente de que hay posibilidades de construir otro tipo de sociedad. Convengamos que el régimen castrista es un obstáculo en la construcción de la diversidad de formas de adaptación al entorno. A raíz de su concepción centralista de la economía la "pobreza" se acentúa más, pero está abierta la posibilidad de que esa austeridad ecológica (incluso forzada en la isla y no todavía asumida conscientemente por todos) aumente la mejoría de la vida con mayor descentralización y empoderamiento de los individuos. Es decir, no estamos diciendo que el modelo cubano es el ejemplo al que hay que copiar taxativamente, sino que con todos esos factores externos e internos que obstaculizaron su decrecimiento, para que sea menos violento, menos injusto, menos caótico, a pesar de todo, ha logrado resistir y mantener la vida en un marco de estabilidad. 

Cuando el desarrollista afirma demagógicamente que es imposible abandonar la agroindustria y que la agroecología es impracticable esquiva dos problemas. No entiende que hay que abandonar los combustibles fósiles y que la biodiversidad solo se logra con un método agroecológico, y lo peor que hay sobrados ejemplos, el de Cuba es el más significativo por la escala, que potencialmente lo desasnan, 

Ya sabemos que cuando el decrecimiento se imponga por su propia fuerza histórica, como en Cuba, habrá quienes sabrán cómo arreglárselas, y otros que frente al miedo a sudar la gota gorda pretenderán abandonar la Isla, en este caso, el planeta. 


https://www.theguardian.com/world/2013/apr/09/hard-times-heart-disease-diabetes-cuba#:~:text=The%20hard%20times%20experienced%20by,disease%20and%20diabetes%2C%20say%20doctors.





miércoles, 12 de mayo de 2021

Dejar la mitad del planeta al libre albedrío - Edward O. Wilson.

 


Uno de los científicos más comprometidos con el tema de la biodiversidad, tema candente si los hay, es Edward O. Wilson. Este tipo escribió un libro llamado “Media tierra” en el que hace un llamado a una geoingeniería natural para no comprometer la biodiversidad del planeta. El programa de Wilson es ambicioso, algunos lo llaman “utópico”, y es dejar suficiente espacio, la mitad del planeta, para que los demás seres vivos se desarrollen a sus anchas.

Half-Earth proporciona un retrato enormemente conmovedor y naturalista de lo que se está perdiendo cuando cortamos "ramitas y, finalmente, ramas enteras del árbol genealógico de la vida". En prosa elegíaca, Wilson documenta las muchas extinciones en curso que son inminentes, rindiendo homenaje a criaturas grandes y pequeñas, entre ellas los dos rinocerontes de Sumatra que encuentra en cautiverio. De manera única, Half-Earth considera no solo los animales grandes y las especies estelares de plantas, sino también los millones de animales invertebrados y microorganismos que, a pesar de ser pasados ​​por alto, forman los cimientos de los ecosistemas de la Tierra.

martes, 11 de mayo de 2021

Enrique Leff contra las teorías universalistas

 

Hay una cuestión central en el debate ecológico que tiene que ver con si realmente las contradicciones del capital en su proceso de acumulación efectivamente es progresivo para universalizar la lucha y la organización del supuesto "sujeto revolucionario" impuesto desde la teoría a la clase obrera. Sabemos que el capitalismo ha logrado globalizar el trabajo y hacer a cada asalariado un partícipe del proceso de reproducción global de la humanidad, pero está en discusión si ese fenómeno social se pueda traducir como un camino a la superación del sistema capitalista como sugiere la teoría marxista.  A decir verdad, la globalización del modo de reproducir la vida es un problema más que un camino progresivo de "unidad" humana. La modernidad capitalista supone en realidad una crisis de paradigmas que han chocado de frente con sus propias limitaciones. El problema ecológico ha venido demostrando que la diversidad en todos los sentidos es la única forma de sustentabilidad. La homogeneidad enarbolada por  la lógica del capital, así como de un sector del marxismo falopa que pretende obrerizar a todos y todas, va a contramano de las necesidades impuestas por las necesidades biosféricas. Esta forma de encarar el problema ecológico es un obstáculo, ya que pretende construir "un" programa político para toda una diversidad necesaria. Lo lógico y necesario es comprender que la hibridación, el diálogo de saberes, la cohabitación de distintas formas de visiones del mundo va a demandar distintas estrategias de intervención en la naturaleza. Y esto no quiere decir hacer una apología al relativismo, sino adecuarse a los parámetros delineados por las nuevas condiciones naturales. En ese orden de cuestiones trascendentales, Enrique Leff es uno de los pioneros en combatir las homogeneizaciones sociales: 

"La crisis ambiental de nuestro tiempo es el signo de una nueva era histórica . Esta encrucijada civilizatoria es ante todo una crisis de la racionalidad de la modernidad y remite a un problema del conocimiento. La degradación ambiental –la muerte entrópica del planeta– es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el mundo y lo ha destruido por su pretensión de unidad, de universalidad, de generalidad y de totalidad; por su objetivación y cosificación del mundo. La crisis ambiental no es pues una catástrofe ecológica que irrumpe en el desarrollo de una historia natural. Más allá de la evolución de la materia desde el mundo cósmico hacia la organización viviente, de la emergencia del lenguaje y del orden simbólico, el ser de los entes se ha “complejizado” por la re-flexión del conocimiento sobre lo real.

La complejidad ambiental no emerge simplemente de la generatividad de la physis que emana del mundo real, que se desarrolla desde la materia inerte hasta el conocimiento del mundo; no es la reflexión de la naturaleza sobre la naturaleza, de la vida sobre la vida, del conocimiento sobre el conocimiento, aún en los sentidos metafóricos de dicha reflexión que hace vibrar lo real con la fuerza del pensamiento y de la palabra. La evolución de la naturaleza genera algo radicalmente nuevo que se desprende de la naturaleza. La emergencia del lenguaje y del orden simbólico inaugura, dentro de este proceso evolutivo, una novedad indisoluble en un monismo ontológico: la diferencia entre lo real y lo simbólico –entre la naturaleza y la cultura– que funda la aventura humana: la significación de las cosas, la conciencia del mundo, el conocimiento de lo real...

La racionalidad dominante encubre la complejidad ambiental, la cual irrumpe desde su negación, desde los límites y la alienación del mundo economizado, arrastrado por un proceso incontrolable, entropizante e insustentable de producción. La crisis ambiental lleva a repensar la realidad, a entender sus vías de complejización, el enlazamiento de la complejidad del ser y del pensamiento, de la razón y la pasión, de la sensibilidad y la inteligibilidad, para desde allí abrir nuevas vías del saber y nuevos sentidos existenciales para la reconstrucción del mundo y la reapropiación de la naturaleza. Del poder represivo del conocimiento que instaura el iluminismo de la razón –que hace explotar la potencia del átomo y del gen–, la racionalidad ambiental es la luz que ilumina la libertad que emerge de la complejidad".

Aquí el artículo completo:

https://journals.openedition.org/polis/4605

jueves, 6 de mayo de 2021

Robert Kurz y el colapso

 



 

Roberto Kurz planteaba en este libro, allá por el año 1991, que el colapso de la URSS no era una crisis de la forma de producción del “socialismo realmente existente”. Kurz identificó que los marxista-leninistas habían contribuido al logro de la modernización burguesa, que habían personificado su rol histórico de ayudantes necesarios para el proceso global de la acumulación del capital, allí donde se venía “complicando” por su retraso. Es decir, Kurz fue uno de los primeros en aportar una perspectiva diferente a los balances de uno y otro sector en disputa. Para el alemán el capitalismo occidental no había tenido ningún triunfo, más bien parte de su ayudantía comenzaba a mostrarle los límites del progreso de la modernidad. Kurz iba a pronosticar que ese colapso del socialismo real era nada menos que el comienzo del colapso generalizado de la forma de reproducción social mundial, que por cierto, podría sumergir en la completa oscuridad todo el siglo XXI. En esta obra va a poner en discusión el valor real de la “lucha de clases”, la inoperancia de los marxismos estancos, la importancia de ciertas categorías marxistas, etc. todo en medio de los cánticos triunfalistas defensores del fin de la historia, pero sin perder de vista la importancia de rescatar lo realmente valioso en Marx.

Kurz, uno de los padres de la teoría de la crítica del valor, nos advertirá de la lejanía en la que estamos con respecto a la búsqueda real de superación del modo de producción capitalista. Imposible no identificar en esta advertencia los obstáculos más notorios: populistas, marxistas falopas, obreristas, sindicalistas, progresistas, ya que la solución no será matar “burgueses” para que se termine el modo de producción que nos amenaza de muerte lenta pero agónica. Los dejo con Kurz:

 

“Es esperable que muchos estén de acuerdo en que la ´racionalidad sensible´se ha vuelto tan necesaria como un bocado de pan y que es justamente la lógica abstracta y emancipada de la rentabilidad la que destruirá el mundo. Pero el sujeto mercantil se desconcierta y se vuelve obstinado cuando cae en la consecuencia de lo que significaría el fin de la ganancia de dinero, es decir, de la conocida relación mercancía-dinero, por fuera de la cual no conoce otra forma de relación social ni quiere desarrollarla. La crítica del dinero es identificada inmediatamente sin sentido como una utopía, aunque sea todo lo contrario a eso en las condiciones existentes. ¿Cómo puede seguir esto en la práctica?, si esta pregunta fuera formulada con seriedad, podría llevar a resultados totalmente concretos en una discusión y un proceso práctico social. Pero se la expresa de forma retórica, peyorativa y defensiva.

Nadie puede afirmar conocer la vía regia para abandonar la miseria; nadie puede sacar de la galera un programa para la abolición de la mercancía moderna. Lo fatal es que todavía no hayamos comenzado a tener una discusión al respecto. ¿Cómo puede seguir esto en la práctica?, esta es una contrapregunta que está más que justificada, es torcida una y otra vez hacia la lógica destructiva dominante. Los pasajeros del Titanic quieren quedarse a bordo, y  la orquesta debe seguir tocando. Si verdaderamente estuviéramos al ´fin de la historia´, así no será un final feliz.

Ya no tiene objetivo oponer el mercado al Estado y el Estado al mercado. La incompetencia estatal o la incompetencia mercantil son idénticas, porque la forma de la reproducción social moderna perdió fundamentalmente su capacidad de funcionamiento y de integración”.


lunes, 3 de mayo de 2021

Anticiparse no es sinónimo de a-cientificidad

 



Una de las cuestiones que se suelen pasar por alto en los debates sobre el colapso civilizatorio es la importancia real de la anticipación como forma inteligente de prevenir problemas graves que, generalmente, una vez presentes no dan tregua. Es decir, una anticipación tiene un grado de especulación inevitable, y esto es lo interesante, porque el pensamiento positivista y cientificista ha prácticamente enarbolado un discurso antiespeculativo furibundo, con el pretexto de que con esa manera  únicamente se combatiría al pensamiento posmoderno y su usual relativización totalizante. Por eso escuchamos de uno y otro lado el pedido de estudios científicos que demuestren con pruebas contrastadas de que el colapso es algo evidenciable y no solo una especulación. Pero dicha solicitud, aunque se ajusta al paradigma de la lógica científica, es una actitud, paradójicamente, descomplejizadora. Pongamos como ejemplo el uso y tratamiento de los famosos informes del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático). Dichos documentos, por lo general, no están a groso modo fundamentados sobre la base de modelos o pronósticos, sino más bien están argumentados en evidencia ya registrada.  Y en esto Harald Welzer es inapelable: para el intelectual alemán los informes del IPCC se refieren empíricamente mucho más al pasado y al presente que al futuro. Es decir, los cálculos que incluso realizan dichos expertos, son los más conservadores que hay, por la sencilla razón de que solo hablan de lo que tienen en la mesa y no realizan ninguna proyección a futuro. Dicho de manera llana, los informes de la IPCC no intentan cambiar las acciones, no tienen el objetivo de dirigir las acciones para el futuro, no. Son simples avisos científicos de cómo viene la mano en materia ecológica pero no están pensados para hacer previsiones ni siquiera poner en acción el principio de precaución que se viene olvidando en el pensamiento científico capitalizado por el capital y sus epígonos. O sea, si siguiéramos esta lógica seudocientífica de solo pensar el ahora y no proyectar tendencias y aprovechar modelos predictivos para ordenar nuestras conductas, cuando lleguen los problemas serios e irreversibles no habrá forma de prever nada, más bien nos abocaremos a lidiar con los que nos quede, con los que nos toque, lo cual habla mucho de la enajenación que engulle no solo a las masas, sino también a los intelectuales quienes dicen pensar para el resto.

 


domingo, 2 de mayo de 2021

El colapso del socialismo real es un botón de muestra de lo que será el colapso de la modernidad capitalista

 


El 23 de octubre de 1989, dos semanas antes de la caída del Muro de Berlín, la revista prestigiosa Der Spiegel describía en vivo lo que sería el colapso total del “socialismo real”. En esa descripción se puede observar el peligro real de que el colapso civilizatorio una vez superado un umbral (en el caso del socialismo real era su improductividad y su no salida de las reglas de juego capitalistas) puede acelerarse catastróficamente. Y lo más peligroso, que de  darse un colapso capitalista dicho fenómeno será global y no tendremos la ayuda de nadie como sí la tuvo el “socialismo real” en su momento para su reconstrucción. Pensemos en los hechos reales descriptos en este fragmento de la revista y extrapolemos el problema a la actualidad. ¿Se imaginan un Estado en el que sin aviso y en su intento de pilotear la nave para que no se estrelle tuviera que verse con el corte profundo de suministros? Lo más dramático sería que no estemos preparados para enfrentar un escenario como ese. Las posibilidades son numerosas, por eso habría que ir pensando en aprender todo lo que más se pueda para colaborar con otros a producir recursos para reorganizarnos cuando el momento llegue. Saber cultivar orgánicamente, aprender oficios, aprender a cocinar de distintas formas, aprender los valores nutritivos de los alimento así como a conservarlos;  aprender sobre la biología y la naturaleza, sobre los valores de convivencia, todos esos conocimientos serán de vida o muerte en el futuro próximo. Aunque para muchos esto parezca una estupidez alarmista, así también les pareció a más de uno con el caso de la URSS. La caída del muro fue la antesala de lo que será la caída del capitalismo global y estamos avisados. 

Aquí el fragmento de Spiegel:

“Tras casi un lustro de Perestroika, el estado del abastecimiento en la Unión Soviética es más oscuro y amenazante que nunca después del fin de la guerra. En algunos lugares se declaró el colapso hacia el mediodía -también en la capital-. Allí, en áreas recientemente construidas, con muchos infantes y niños en edad escolar, ya no alcanza la leche. Frente a góndolas refrigeradas, amenazadoras como tanques o silenciadas por defectuosas, se amontonan de a cientos los clientes con expectativa quejumbrosa, que esperan que les sean aventadas sin amor un par de salchichas. En las farmacias faltan medicamentos elementales, en los hospitales se agotan las vendas y las jeringas. Azúcar, jabón, detergente, están racionados en casi todos lados, en grandes áreas también faltan la manteca, la carne y el queso. En Petrovsk, Saratow, hay azúcar solo en un negocio, los clientes pasan medio día esperando en la fila.  En el territorio de Kurang en Siberia no hubo azúcar durante un cuarto de año, luego 250 gramos para cada uno. Las botas y los sacos de invierno, la electrónica para el entretenimiento, bienes de uso de calidad, como muebles o alfombras desaparecieron de los negocios hace tiempo. Para mantener tranquilos a sus trabajadores, las empresas y sus administradores firman contratos exclusivos con los  proveedores estatales y obtienen una cantidad reducida de productos, que luego se cambian por cupones entre colegas selectos. En el mercado negro, un cupón para un televisor color portátil corresponde a un salario mensual promedio, para amoblar una sala de estar, diez veces eso”.