La crítica -siempre lo
sostengo- si quiere ser “crítica” y no una defensa (como la de un abogado, y
todos sabemos que éste no necesariamente busca la verdad) debe reconocer los
aportes incluso de la crítica adversaria, y desde allí librar la batalla. De lo
contrario, dicha crítica reduciría su campo a una batalla religiosa entre el
“bien y el mal”. Esto último viene pasando seguido. La izquierda anticapitalista
ha simplificado -para mi gusto y para el de muchos marxistas- al capitalismo
a la mera expresión “explotación” y convertido toda su lucha a una cuestión
principalmente sindical. El marxismo como especialista en el análisis de la
realidad, por lo tanto, tiene una pata quebrada que no le está funcionando, y
es la de expandir su análisis y política a otros aspectos no menos importantes.
Me remito a los propios hechos de la historia que el marxismo mismo ha
considerado válido. Marx y Engels no renegaban de las críticas “románticas” del
capitalismo industrial, es más, se nutrieron de ellas para superarlas. Sismondi
fue uno de esos burgueses intelectuales que tenían una mirada romántica de la
realidad de su tiempo, pero las cartas con Marx demuestran que no todo el
enemigo ideológico dice pavadas o ideas reaccionarias. Lo mismo ocurrió con
Balzac, Dickens, Fourier, todas fuentes que Marx leyó con mucha atención,
siendo éstos representantes de la cultura dominante. Marx y Engels –y por
extensión el marxismo- proponían una lectura selectiva, una apropiación de
ideas que impliquen un avance en el desarrollo de la comprensión, y no como
mucha izquierda que pretende solo usar la lectura para sostener un enfoque
sobre un asunto ya “resuelto”.
Thomas Carlyle sin ser marxista escribió: “Si los
hombres perdieron la creencia en un dios, su único recurso contra un No-Dios
ciego, de necesidad y de mecanismo, contra una terrible máquina de vapor
mundial que los aprisione en su vientre de hierro como un monstruo toro
Faloris, sería, con o sin esperanza, la rebelión”. Marx aún sabiendo del
romanticismo de esta crítica la anoto en sus cuadernos y se apropió
innegablemente de aquel legado no poco revolucionario del crítico escocés. En ese sentido, izquierda marxista contemporánea, en vez de solamente refugiarse en las
trincheras de la ortodoxia, más le vale que saque la cabeza y observe lo que tiene enfrente,
porque en vez de ganar terrenos, estamos regalándolos a los enemigos. Si Marx incorporaba conocimientos ofrecidos por la propia burguesía para su elaboración teórica, no se entiende que muchos de sus mejores discípulos contemporáneos se sigan negando a incorporar los estudios científicos que advierten la posibilidad inminente del colapso de nada menos que una civilización.
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