domingo, 7 de mayo de 2017

Norilsk, una de las ciudades que sustentan el progreso capitalista, provee el preciado níquel que inclusive posibilita que esta computadora pueda redactar este artículo; a su vez una ciudad que nos lleva al desastre.

 Si buscamos información sobre la producción minera de Norilsk nos encontraremos con los preocupantes datos de que posee  63 millones de toneladas de reservas de minerales suficientes para cien años, como níquel, plata, paladio y platino. Para el progreso y la economía capitalista es alentador, pero para los límites de la vida tal como la conocemos es un dato aterrador. El capitalismo lo sabe, por eso empieza la retirada, y ya existen desmantelamientos de algunas minas en Norilsk. Pero eso no es suficiente, la contaminación ya superó los umbrales permitidos y ahora queda saber si los daños son irreversibles. El cierre de minas supone también otro problema, el de la pérdida de trabajo de miles de obreros que no saben ni tienen idea de cómo continuar viviendo. Creo que este es un problema mucho más grande y al que hay que abordar principalmente. Hay que cerrar todas las minas y fábricas contaminantes del mundo ya, por un lado,  y hay que imponer un modo de vida sustentable bajo las necesidades de la naturaleza y no las del hombre, por otro. Ese es el punto. Llegó el día en que la humanidad de acuerdo a su músculo privilegiado (cerebro) debe aceptar que la subordinación a la madre naturaleza es un principio que debió respetar siempre, en honor a su inteligencia. Hasta ahora solo ha demostrado que la computadora que tiene en la cabeza solo se ha llenado de virus de toda estirpe. 



Ya que estamos celebrando los 100 años del triunfo de una revolución  proletaria en la misma tierra que hoy está la monstruosa Norilsk (Siberia), nada mejor que colocar las cosas en su lugar. Una revolución en 1917 confiaba en que el mundo venidero el hombre le pondría freno a la depredación capitalista por razones lógicas. La lógica nunca se hizo presente. El mundo se volvió irracional e incluso se usó a la misma ciencia para ir contra sus principios. Los ideales que en Rusia afloraron hace un siglo se han traicionado y los han condenado a un plano inferior. Luchar por trabajo en Norilsk hoy es abogar por la extinción humana. Por extensión, todas las luchas por trabajo en un mundo capitalista como el actual es apoyar la muerte de la humanidad. 



En Norilsk la expectativa de vida es menos de 50 años. No hay árboles, la lluvia es altamente ácida, y la población vive aceptando su explotación y su miseria ambiental. Su ejemplo puede servir para proyectar que la humanidad puede ir camino a la extinción sin darse cuenta. 



Mierda, despertemos de esta pesadilla y salgamos al infierno a enfrentar a todos los demonios de una vez por todas.

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