martes, 9 de mayo de 2017

Los límites de la demografía planetaria

Si tuviéramos una bomba en casa y se encendiera su mecha, los cálculos lógicos deberían concluir que tendríamos que apagarla antes que llegue a la dinamita. Caso contrario volaría la casa con todos adentro. Bien, esa es la metáfora más actualizada que se puede llegar a tener sobre lo que debe ser una revolución en el siglo XXI,y se la debemos a Walter Benjamin. Hay que interrumpir el avance del progreso capitalista lo antes posible. No nos queda mucho tiempo. Para muchos teóricos marxistas contemporáneos, la mecha es larga todavía, pero dicha distancia solo es medida a través del deseo y sin consistencia científica que lo sostenga. En este libro (hay muchos más) sobran las estadísticas para replantear ese cuánto nos queda para hacer la revolución. El cambio climático (ya innegable), la superpoblación, la problemática del agua y la imposibilidad de mantener estable una civilización hacen que hoy la premisa que más debiera influir en las capas políticas de toda la humanidad es la extinción de las clases sociales de una manera urgente y sin contemplaciones. Muchos marxistas creyeron religiosamente que la burguesía caminaría inexorablemente hacia el cadalso a raíz de las contradicciones en las que incurría con su sistema social y que el proletariado sería quien los terminaría ejecutando; pero esa era una de las posibilidades teóricas que desperdiciamos en el siglo pasado. La otra era que la misma burguesía se aniquilara, pero con ellos también el proletariado. La consigna Revolución o Barbarie si bien fue correcta, tampoco sirve para explicar la actual coyuntura histórica, porque la barbarie no implica necesariamente lo que nos deparará en lo que queda del siglo, que no es otra que la extinción, la muerte total.


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