martes, 9 de mayo de 2017

La ilusión de convertir a Argentina en potencia mundial en reservas de hidrocarburos debe ser el principal problema a solucionar, bajando a tierra sus consecuencias.



En Argentina existen 1500 pozos en explotación con el sistema de fractura hidráulica y según las últimas movidas de Macri se multiplicarán dentro de poco.  El fracking no solo es un problema contaminante para los lugares donde se produce, su continuación como forma de mantener el estatus energético al seguir proveyendo de petróleo  para la sociedad capitalista argentina coloca a sus habitantes en potenciales combustibles para el gran horno que se convertirá el clima. De seguir este proyecto de reavivar Vaca Muerta pareciera a simple vista que lo único que habría que hacer es "controlar" la distribución de sus ganancias y administrar eficientemente dicha actividad; esto inclusive es sustentado por enormes porciones de la izquierda revolucionaria, que propone en el mejor de los casos la expropiación bajo control obrero de las actividades mineras. Si se busca la"salida" que  propone algún referente trotskista de la zona  petrolera del sur del país,  se encontrará  que un yacimiento bajo control obrero supondría más plata para educación y salud y nada menos que cuatriplicar mineros, pero con menos horas de trabajo. Esto quiere decir que a estas organizaciones de izquierda no les interesa continuar con la superexplotación, pero tampoco entender que la minería como actividad central energética llegó a sus límites.  Ni la derecha ni la izquierda están viendo el problema que supone Vaca Muerta y las reservas de hidrocarburos, tampoco el problema de como reacondicionar la vida de millones de personas a partir de los nuevos límites que nos condiciona la biosfera. 

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