lunes, 29 de mayo de 2017

El pan nuestro de cada día



Esta obra teatral de Gorostiza significó un nuevo teatro, independiente, en pleno gobierno peronista. La pauta oficial iba por otro cauce, obviamente nada cuestionador al rol de estado (algo calcado ocurrió en la era "K" con la cultura). La obra nos ofrece una mirada realista sobre los efectos de la alienación, convirtiendo el lema “no te metas” en el principio rector de una sociedad. Todo ocurre en una panadería, patrón, inspectores municipales y panaderos envueltos en un envenenamiento masivo del barrio. El patrón como máximo responsable de su negocio nunca le importó controlar la calidad de la harina con que se hacía el pan; los inspectores como buenos burócratas siempre preocupados en proteger el orden establecido, solo están pendiente de encubrirlo; los panaderos sabían que la harina estaba mala pero suponían que es un problema de otro (del patrón) y que ellos siempre se escudan en su debilidad frente al sistema. Solo uno de ellos (el nuevo panadero que ingresaba) se animó a cuestionar dicho accionar irresponsable e indiferente. Se arma la podrida. Nadie se quiere hacer cargo. La explosión del drama nunca llega. Todo sigue igual. Aunque el final pareciera encerrar un paso adelante para el movimiento obrero, para mí es el sabor de la gran derrota de nuevo, el escape. La explosión no es material pero sí mental, uno de los trabajadores toma conciencia junto con la mujer del patrón y lo abandonan porque tanto él (comprende que es un esclavo) como ella (cansada de los engaños del marido y de su vida sin sentido) se dan cuenta que formar parte de las instituciones capitalistas nunca los hará libres y que además siempre estuvieron enamorados clandestinamente. Sin saberlo, Gorostiza había escrito en la década del cincuenta una ficción sobre la contaminación y la incredulidad de la sociedad moderna frente al problema. Sí. La misma que azota a nuestra generación de proletarios que solo tienen en mente el pan de cada día o la lucha sindical como horizonte más avanzado. La obra termina mostrándonos que los que toman conciencia de la gravedad del problema solo les queda el escape, y los que no se animan a tomarla, continuar con la vida tal como se las ofrece el sistema, aunque más aleccionados frente al sacudón (pero eso no basta). Otro de los puntos interesantes de la obra es la crítica al Estado, institución inviable para garantizar la libertad de las personas y principal obstructor de la conciencia individual y colectiva (gran crítica al peronismo). En fin, una obra que nos hace replantear el rol de las vanguardias (principales referentes ideológicos) que en vez de hacerle frente al problema central o se escapan del conflicto o retacean la lucha.



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