jueves, 25 de mayo de 2017

Los aportes de la psicología serán de mucha ayuda para el marxismo actual


Fernando Cembranos nos explica desde la teoría de la Reducción de la disonancia cognoscitiva de Leon Festinguer los problemas de la psicología individual y colectiva para adaptarse al colapso. La hipótesis de la tería es que si dos ideas o una idea y una conducta no encajan y producen malestar, una de ellas se transforma hasta que encajen. 

Si la información es dolorosa nos agarraremos a cualquier pequeña rendija que disminuya el dolor: atacar al mensajero, calificar de exageración, acusar de que no está totalmente demostrado, pensar que no me va a tocar a mí (o a mi clase social o mi país) son respuestas habituales. También aumenta la facilidad para adherirse a creencias mágicas si son esperanzadoras (“la tecnología lo resolverá”, “dios o el destino no lo permitirá”, etc.) Es probable que conforme se agudicen las señales del colapso aumente el papel de las religiones para calmar la ansiedad y proporcionar esperanza. Cuando una información produce terror y no hay nada claro que hacer, es probable que se minimice o incluso que se niegue. Se dice que fue el caso de algunos judíos a los que les llegaron noticias del genocidio que se estaba cometiendo y no se lo creyeron, precisamente porque era demasiado terrible.

El psicólogo plantea que para que los humanos tengan una respuesta adaptativa al colapso hay que resolver tres problemas:

El primer gran problema es la falta de información de la mayor parte de la población. Si bien el cambio climático es conocido superficialmente por una parte importante de esta; la gran mayoría desconoce el declive energético, la magnitud y las implicaciones de la pérdida de biodiversidad, el pico de los materiales, la dificultad de mantener en la biosfera a una parte importante de la población mundial y las interacciones que tienen entre sí estos factores. Cuando no se dispone de información la posibilidad de reaccionar de forma adecuada es bastante reducida. El segundo problema es la información errónea, principalmente la proporcionada por el filtro de la economía convencional, que suma en vez de restar (producción de materiales en lugar de extracción de los mismos); que enfoca en el lugar equivocado (en los números de la bolsa de Nueva York en lugar de mirar la biodiversidad o los factores de equilibrio de la biosfera) o que mantiene una teoría de los ciclos que permite ver reversibilidad donde no la hay. También proporcionan información errónea los grupos con intereses concretos (lobby del petróleo, fundaciones negacionistas, etc.). La consecuencia de la información errónea es que provoca respuestas en la dirección equivocada e incluso en la opuesta.
El tercer problema es que cuando se dispone de información, pero esta es parcial, incompleta, confusa o contradictoria, las posibilidades de reaccionar de forma efectiva son escasas. La información borrosa y ambigua permite muchas formas de respuesta inadecuada.




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